5 de abril de 2011

Una canción, un abrazo, un consuelo.




Odio cuando cargo esta página porque necesito escribir pero las palabras no riman, no salen.


Esto está peor, tengo miedo de tener unos de esos ataques histéricos míos y terminar sentada en la ducha. En realidad ya tuve uno, pero estaba presa en las miradas de todo el colegio y reprimí la locura.
Lo diferente a los días anteriores es que me siento un poco más acompañada, pero sigo sintiéndome cansada, sin fuerzas. Siento que no hago nada de lo que me gusta, que me haga sentir bien. Esas pequeñas cosas como cantar una canción que te dan fuerzas para dibujar una linda sonrisa, un abrazo que te de tanta ternura que sin querer te saca una palabra amable del alma o que esa persona vea una lagrima por salir y solo la vea y te abrace... creo que no pido mucho.

Los síntomas los tengo, llego mi época. Temprano creo yo, pero la anhele tanto y acá está. No me quiero sentir mal, tampoco bien. Todo me irrita, me cae mal, me molesta y se suma y suma. Los ojos amanecen cansados y sueñan misterios. Mi cabeza piensa, todo el tiempo, todo da vueltas. El hambre se está desvaneciendo y eso le da la frutilla al postre.
Lo gracioso es que siempre hay alguien que me salva por una sonrisa, pero de esas que cavan un lago rosa en los pensamientos vuelteros del día. Siempre está ése comodín en mi vida. Y esta vez pienso guardar mi tesoro y cuidarlo, quiero quererlo.