20 de mayo de 2011

Darte la espalda.


Un vez dije, que si volvías a mi,
con gusto te iba a dar otra oportunidad.
Y como cambian las cosas.
Como me cambiaron las vivencias. Cambió mi puta inocencia.
Como buena persona que intento ser, me preocupé.
Gasté consejos en vos, y palabras sinceras.
Y como la mayoría,
que no pensé que eras, te fuiste volando. Dejando rastros que yo seguí.
Me creí cuento, tu zaraza.
Me la tragué, la mastiqué y ahora la escupo.

Ahora si me hablas, te voy a mirar directo a los ojos y voy a entrar en tus pupilas negras.
Quiero trasmitirte todo. Y después, cuando te lo vengas venir, hablarte.
Lo que más quiero es dejarte mal parado, y con el viendo de mis pasos que caigas al suelo.
Sí, estoy enojada. Porque hice un lugar en mi cabeza para pensarlo y ayudarlo.
Porque me demostró, me vendió lo más sincero. Y ahora, veo lo buen comerciante que es.
Y bueno, cuando te veo me dan un mínimas ganas de pegarte.
Te gustaban tantos mis mimos que seguro que te van a gustar mis trompadas.
Son un poco más fuertes, pero saben igual.
Este enojito seguro pasa con el tiempo. A menos que te vea que te vallas de la mano con ella todos los días, pero voy a procurar que me chupes un huevo, un huevo de elefante africano.