12 de febrero de 2012



La calma antes de una tormenta, eso es lo que asusta. Empezaste a escuchar el viento, y el sol huye de nuestras miradas aterradas. Las nubes negras y gordas nos anuncian lo pequeños que somos en el mundo y con que facilidad nos podemos volar. Agarremos nuestros hijos y escondamonos abajo de la tierra vecinos.
No me voy a hacer la inocente, aunque algo sé que tengo, pero siento que algo viene siento que el viento azota mis ventanas papá.
Abajo de mi cama armamos un refugio con mi hermana, y la tengo con tanta fuerza pensando que si la pierdo no quedaría nada de mi. Tapo sus oídos aunque la tierra y el viento me golpeé a mi.
No vuela una palabra, pero las cabezas explotan. Escucho todas las preguntas juntas, nunca nos había pasado por ensima algo así. Afuera otra vez se siente esa calma pero tiene otra esencia, una triste papá. Se ven las caras tristes, tan destrozadas como quedó lo que construimos con años y sonrisas.
Mama ordena lo inordenable, pero ella puede. Veo como su cabeza piensa mil cosas a la vez, muy rápido y una sobre otra pero ellas las entiende, como en un día agitado de colegio, compras y mandados. Papá analiza, cruzado de brazos, con el ceño fruncido y la cara larga que le arrastra en la tierra. Nos ve a mi y a mi hermana, después a mi mamá limpiando y hace una vista panorámica del paisaje de escombros. Tengo miedo de que esta vez no encuentre una solución.
¿Cómo terminamos? ¿terminó? ¿estamos todos bien?
Suelo contestarme a las preguntas, pero ahora no puedo. La tormenta no terminó dicen los señores de la tv.
Es increíble como cambian de importancia las cosas en mi cabeza. Aunque durante el desastre siempre necesite tu palabra, siempre el deseo estuvo ahí. Sé que por allá también paso la tormenta mi amor, sé que estabas preparado y que tu casa era más fuerte que la mía. Quiero que para la próxima me ayudes a construir una así, para refugiarnos mejor.